DDG Anabel González

Reflexiones sobre el comercio, desde Ginebra

por la ex DGA Anabel González*

Allanar las divergencias entre las normas. Un motivo para que las empresas apoyen a la OMC

En una reciente reunión con un grupo de innovadores mundiales, se acercaron a hablar conmigo un fabricante de tagatosa (un edulcorante alternativo) procedente de los Estados Unidos, un productor de carne vegetal procedente de Singapur y un proveedor de soluciones con drones de Alemania. ¿Qué tenían en común?

Pues esos ejecutivos, si bien operan en sectores diferentes, tenían las mismas preocupaciones, a saber: cómo hacer frente a la divergencia de prescripciones y especificaciones entre países, ya que estas normas divergentes complican sus operaciones, aumentan los costos de cumplimiento y los excluyen de posibles nuevos mercados de exportación. Querían saber si la Organización Mundial del Comercio (OMC) intervenía de alguna manera en relación con las normas y si se podía hacer algo al respecto. La respuesta es claramente afirmativa.

Las normas son un aspecto fundamental de las economías modernas. Son el instrumento que los Gobiernos pueden elegir para apoyar los objetivos de política pública en todas las esferas, desde el cambio climático hasta la digitalización, la salud, la inocuidad de los alimentos y muchas más. Los Gobiernos tienen razones legítimas para reglamentar de manera diferente, entre ellas una distinta percepción del riesgo, así como diferencias en cuanto a ingresos, cultura, sistema político y jurídico, clima, tecnología y capacidad. Sin embargo, esto puede dar lugar a una proliferación de reglamentaciones divergentes, superpuestas o de otro modo incompatibles entre sí, algo que a veces es innecesario y a menudo problemático.

Por el contrario, las normas internacionales ayudan a "traducir" enfoques divergentes en unos más coherentes: constituyen un lenguaje común para el comercio a partir del cual se puede crear un conjunto más coherente de reglamentos.

En el caso de los exportadores, la heterogeneidad de la reglamentación puede generar costos de información. Estos costos se derivan de la necesidad de comprender los reglamentos aplicables y adaptar los productos o procesos a diferentes reglamentos nacionales, así como de las prescripciones en materia de pruebas, inspección y certificación para acceder a los mercados de exportación. En el caso de las empresas que participan en las cadenas de valor mundiales, las diferencias en la reglamentación nacional pueden dar lugar a fricciones y demoras, lo que puede generar ineficiencias y perturbaciones en toda la red. Los costos fijos resultantes de la necesidad de cumplir prescripciones reglamentarias divergentes son especialmente gravosos para las pequeñas y medianas empresas y pueden disuadir a estas de participar en el comercio.

Podemos tomar como ejemplo las normas de descarbonización. Sólo en el sector del acero hay al menos 20 conjuntos diferentes de normas e iniciativas. En el reciente Foro Comercial sobre Normas de Descarbonización organizado por la OMC, las partes interesadas del sector pusieron de relieve la forma en que estos criterios dispares para medir las emisiones de carbono crean incertidumbre para los productores, aumentan los costos de las transacciones y fragmentan los mercados. La diversidad normativa entre los países reduce la incentivación para aumentar el comercio verde, la innovación y las inversiones. Algunas partes interesadas han puesto de relieve que las normas deben ser pertinentes a nivel mundial y tecnológicamente neutrales, estar basadas en principios científicos y ser ambiciosas, con unos límites y un alcance que se comprendan bien, y deben garantizar la transparencia de la vigilancia, la notificación y la verificación.

La cooperación internacional en materia de reglamentación, también a través de la OMC, puede ayudar a abordar los obstáculos a la integración económica y al comercio. La cooperación en las cuestiones relacionadas con la reglamentación puede adoptar diferentes formas, desde el intercambio informal de información hasta mecanismos más formales y amplios. Por ejemplo, la promoción de la convergencia mediante la elaboración y la utilización de normas internacionales como base de los reglamentos. Otra posibilidad es que se acepten como equivalentes reglamentaciones diferentes a fin de lograr el reconocimiento mutuo. También se puede promover la convergencia mediante buenas prácticas de reglamentación, como la transparencia, la participación de las partes interesadas y la utilización de evaluaciones del impacto.

La OMC tiene dos Acuerdos que fomentan la cooperación transfronteriza en cuestiones de reglamentación: el Acuerdo sobre Obstáculos Técnicos al Comercio (Acuerdo OTC), que abarca los reglamentos técnicos, las normas y los procedimientos de prueba y certificación, y el Acuerdo sobre la Aplicación de Medidas Sanitarias y Fitosanitarias (Acuerdo MSF), que se refiere a las medidas sanitarias y relacionadas con la seguridad para los productos agropecuarios.

Estos Acuerdos establecen disciplinas que se refieren a la elaboración, adopción y aplicación de los reglamentos nacionales relativos a las mercancías. Asimismo, se alienta encarecidamente a los 164 Miembros de la OMC a que utilicen las normas, directrices y recomendaciones internacionales pertinentes como base de sus medidas. Y, lo que es fundamental, esos Acuerdos exigen que los reglamentos no sean discriminatorios ni restrinjan el comercio más de lo necesario. Los comités ordinarios de la OMC trabajan para ayudar a resolver las preocupaciones comerciales relacionadas con la aplicación de esas prescripciones. La OMC también proporciona orientación sobre la forma de establecer las normas internacionales de modo que contribuyan de la mejor manera posible a promover el comercio mundial y la armonización de la reglamentación.

Las normas también son esenciales en la economía digital, tanto para los bienes como para los servicios. Convenir en unas normas básicas comunes para promover la interoperabilidad a nivel mundial es importante para evitar la fragmentación del comercio digital y ayudar a todos los países a aprovechar las oportunidades que ofrece ese comercio. Las exportaciones de servicios suministrados digitalmente ascendieron a 3,7 billones de dólares EE.UU. en 2021 y crecen más rápidamente que el comercio de mercancías y de otros tipos de servicios. En la OMC, cada vez más Miembros participan en debates sobre las normas y los reglamentos que afectan a una gran variedad de cuestiones digitales, que abarcan desde los vehículos autónomos y los drones hasta la tecnología 5G y la inteligencia artificial (IA), y un amplio grupo de Miembros de la OMC está negociando normas mundiales sobre el comercio electrónico.

La OMC, aunque no establece normas, sí desempeña un papel fundamental en la promoción de una mayor coherencia en el mundo de los reglamentos. Sus reglas y orientaciones promueven las normas internacionales. Cuando existen diferencias, ayuda a allanarlas. La Organización puede apoyar a los innovadores, cuya capacidad para crecer y desarrollarse a menudo depende de que exista un mercado mundial integrado sustentado en reglas que promuevan la apertura, la transparencia y la previsibilidad. A su vez, la capacidad del comercio para redundar en beneficio de las economías, las sociedades y el medio ambiente depende en gran medida de que haya una comunidad de innovación próspera y dinámica.

En definitiva, las comunidades de comercio e innovación están profundamente entrelazadas. Las normas permiten reunirlas.

 
* Anabel González fue Directora General Adjunta de junio de 2021 a agosto de 2023