DIRECTOR GENERAL ADJUNTO ALAN WM. WOLFF

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Doy las gracias a la American University por invitarme a proseguir con nuestro debate sobre los vínculos entre el comercio y la paz. Hoy he decidido centrarme en un aspecto concreto de esos vínculos, a saber, el comercio a través de las líneas de fractura geopolíticas.

Aquellos que niegan la existencia de vínculos entre el comercio y la paz aducen que Gran Bretaña y Alemania mantenían amplias relaciones comerciales antes de la Primera Guerra Mundial y no por eso dejaron de enzarzarse en guerras que dieron lugar a los cuatro decenios más cruentos de la historia humana. Hay sin duda una correlación entre el comercio y la paz, puesto que los países en guerra no comercian entre sí y los países en paz generalmente sí lo hacen. Pero eso no contesta a la pregunta que nos hemos planteado: ¿existe una relación causal entre el comercio y la paz?

Desde luego los creadores del sistema multilateral de comercio así lo creían. Cuando se estableció el sistema en 1948, tenían la firme convicción de que un comercio más abierto era la vía hacia una paz duradera. Esta política se remonta como mínimo a los años treinta, cuando Cordell Hull era Secretario de Estado estadounidense, o quizá incluso a 1919, cuando Woodrow Wilson era Presidente de los Estados Unidos. Pero ellos dos eran soñadores. ¿Iban bien encaminados o no? Los países afectados por conflictos que aspiran a adherirse a la OMC en la actualidad ciertamente creen en la existencia de ese vínculo, creen que para cualquier país la integración en la economía mundial aporta estabilidad y aumenta a todas luces las probabilidades de mantener la paz. Para mí, ese es un planteamiento convincente, pero ¿se reduce a eso?

La idea de esta charla surgió en gran medida de una breve conversación que mantuve con un colega mío de la OMC, el Director General Adjunto Karl Brauner. El DGA Brauner fue anteriormente Director General de Política Económica Exterior del Ministerio Federal de Economía de Alemania en Berlín. Según él, en la política de Alemania Occidental se dio por supuesto durante muchos años que existía un vínculo entre el comercio y la paz, y el Gobierno federal alemán basó en esa convicción sus relaciones con Alemania Oriental, por aquel entonces denominada República Democrática Alemana.

Puede que la mayoría de nosotros tenga la suerte de vivir cerca de una frontera exenta de conflictos. Yo ahora vivo en Ginebra (Suiza), a menos de tres kilómetros de la frontera con Francia. Ningún funcionario controla los numerosos pasos fronterizos de acceso a Francia. Los sábados hay un mercado al aire libre en Ferney Voltaire, a unos minutos en coche al otro lado de la frontera, y los domingos se instala otro mercado en Divonne les Bains, ambos en Francia. Es una zona apacible. Francia no ha invadido Suiza desde 1798.

Antes de que mi mujer y yo nos trasladáramos a Ginebra, vivíamos en los Estados Unidos. Durante unos años, uno de los destinos preferidos de nuestra familia para las vacaciones de verano se hallaba en Nueva Escocia (Canadá), a un día y medio en coche. Para llegar allí, cruzábamos “la frontera no defendida más larga del mundo”, como suele llamársela, entre los Estados Unidos y el Canadá. Desde hace dos siglos, ninguno de los dos países ha enviado tropas con intenciones hostiles al territorio del otro a través de esa frontera. Abunda el comercio entre ambos países. En 2018, el Canadá fue el mayor mercado de exportación de mercancías de los Estados Unidos. Tres cuartas partes de las exportaciones canadienses tienen como destino los Estados Unidos. Este comercio no es la causa de las relaciones pacíficas entre los dos países, sino que más bien el comercio es posible gracias a la paz.

No he visitado muchas de las fronteras más tensas del mundo — las líneas divisorias entre la paz y las hostilidades, los límites que son precarios y no ofrecen una mínima tranquilidad —, pero sí algunas. Entre ellas se encuentran Berlín en la década de 1960, la zona desmilitarizada entre Corea del Norte y Corea del Sur en los años noventa, Oriente Medio unas cuantas veces a lo largo de un período de cuatro decenios, y Belfast hace solo unos años. Todos estos lugares, en el recuerdo no muy lejano, han sido focos de inestabilidad.

Un Berlín dividido en una Alemania dividida

Cuando estudiaba en la universidad, un verano emprendí un viaje por Europa sin itinerario establecido. El azar me llevó a Berlín, que por aquel entonces era una ciudad dividida. Al aterrizar en el aeropuerto de Tempelhof, pedí a un taxista que me llevara a uno de los famosos monumentos que conocía por mi libro de texto de lengua alemana: la Puerta de Brandeburgo. El taxista se detuvo a unos cien metros de distancia de la Puerta y dijo que no podía acercarse más. Para mi sorpresa, la Puerta estaba rodeada de alambre de espino y tanques. Aquello era un hervidero de soldados armados de varias nacionalidades.

Más tarde, desde lo alto de una plataforma de observación instalada para mirar por encima del Muro de Berlín, que había sido levantado hacía unos meses, vi a los agentes de la Volkspolizei de Alemania Oriental provistos de fusiles al otro lado de un segundo muro paralelo. Entre ambos muros, se veía una franja de tierra de nadie, con coronas de flores para señalar los lugares donde habían caído aquellos que recientemente habían fracasado en el intento de cruzar.

Durante la Guerra Fría, una línea divisoria atravesaba toda Alemania para marcar la frontera entre el Este y el Oeste. Uno de los principales vínculos entre los dos lados era el comercio. Alemania Occidental compraba mercancías a productores de Alemania Oriental, por ejemplo, máquinas de escribir y cámaras, productos alimenticios y carbón. Desde 1968 hasta la reunificación, la República Federal (Alemania Occidental) puso a disposición de Alemania Oriental una línea de crédito de aproximadamente 700.000 millones de dólares estadounidenses (el equivalente a 5.300 millones de dólares de 2020), libre de intereses por un plazo de hasta siete años, en apoyo de ese comercio. Uno de los principales objetivos de la República Federal para mantener ese comercio era reducir las probabilidades de conflicto entre las dos naciones alemanas.(1) 

La CIA vio otros beneficios, expuestos en un informe clasificado de enero de 1968 (que se desclasificó en 2005):

“El Gobierno de Alemania Occidental estaba dispuesto a facilitar el comercio por dos razones. En primer lugar, los alemanes del Oeste albergaban la esperanza de que un comercio próspero sirviera para reestablecer en cierta medida la interdependencia económica entre las dos Alemanias, con el propósito de allanar el camino hacia la reunificación con el paso del tiempo e impedir que el bloque soviético absorbiera por completo la economía de Alemania Oriental. En segundo lugar, se esperaba que el comercio ayudara a garantizar el acceso de Alemania Occidental a Berlín Oeste”.(2)

Al parecer, esa política tuvo éxito. Aunque el comercio no fue la razón por la que se derribó el Muro en 1989, ni uno de los motivos que impulsaron la reunificación de Alemania en 1990, sí ayudó a mantener una paz un tanto menos inestable y preparar el terreno para alcanzar un resultado positivo.

Corea del Norte y Corea del Sur

A principios del decenio de 1990, visité Panmunjom, localidad situada en la zona desmilitarizada que dividía la península coreana aproximadamente por la mitad, separando el Norte del Sur. La zona tiene una anchura de unos cuatro kilómetros y se extiende de un extremo a otro de la península. A diferencia de la actual situación de Alemania, la península coreana no solo sigue dividida, sino que además está considerablemente fortificada a ambos lados de la frontera, con numerosos efectivos militares apostados y listos.

En 1998, Kim Dae-Jung, Presidente de Corea del Sur, trató de aliviar las tensiones con el Norte. Puso en práctica lo que denominó “Política del Sol”. Se permitiría a las empresas surcoreanas empezar a invertir en el Norte. El comercio circularía en ambas direcciones a través de la frontera. Se esperaba que, con la mejora de la economía, mejoraran también las relaciones, y durante un tiempo así fue. El Presidente de Corea del Sur recibió el Premio Nobel de la Paz en 2000 por ese esfuerzo.

Los ensayos de armamento nuclear norcoreanos, tanto de bombas como de misiles, pusieron fin a ese programa a finales del primer decenio del siglo XXI. Además, un buque de guerra de la Armada surcoreana, el Cheonan, fue hundido por Corea del Norte el 26 de marzo de 2010, perdiendo la vida 46 tripulantes. Siete años después, en 2017, el actual Presidente surcoreano Moon Jae-in anunció su intención de reiniciar el diálogo con Corea del Norte. Mediante visitas y actividades de cooperación, se redujeron las tensiones de diversas maneras. Pese a estas iniciativas, en junio de este año, Corea del Norte amenazó con cortar todos sus lazos con Corea del Sur.

En el pasado el comercio entre los dos países fue importante para el Norte. A partir de 2005, aumentó aproximadamente en un 20%, para sufrir un acusado descenso desde 2016. En la actualidad, el comercio intercoreano no consta en las estadísticas.

A menudo la Política del Sol se compara acertadamente con la Ostpolitik (Política del Este) del Canciller Willy Brand de Alemania Occidental, concebida para mejorar las relaciones con Alemania Oriental y otros países del bloque soviético a principios de los años setenta.(3) Para Corea del Sur, su comercio con Corea del Norte es aún una obra en curso. Si el comercio intercoreano recupera unos niveles sustanciales, y cuándo los recupera, dependerá de cómo se desarrollen los acontecimientos.

El comercio y el proceso de paz en Oriente Medio

En mayo de 1979, formé parte de una delegación de alto nivel del Gobierno estadounidense que visitó al Presidente egipcio Anuar el Sadat en El Cairo y posteriormente al Primer Ministro israelí Menájem Begin en Jerusalén. La finalidad del viaje era aumentar la ayuda económica de los Estados Unidos a los dos países después de los Acuerdos de Paz de Camp David, firmados entre ambos dos meses antes en Washington. Creo que no se informó específicamente a la delegación de que su misión económica tuviera un objetivo geopolítico declarado. Según el Asesor de Seguridad Nacional del Presidente Carter en esos momentos, Zbigniew Brzezinski, una paz “que conllevara fronteras abiertas y libre comercio” era un elemento fundamental de la iniciativa de Camp David del Presidente.(4)

Esta tendencia de la política exterior estadounidense, consistente en promover la paz a través de la mejora del comercio intrarregional, se mantuvo con firmeza y se prolongó durante decenios. En la Cumbre Económica de Oriente Medio y África del Norte, celebrada en Casablanca el 1 de diciembre de 1994, el Secretario de Estado estadounidense, Warren Christopher, declaró que la misión de su Gobierno era:

“Transformar la paz entablada entre los Gobiernos en una paz entre los pueblos. Los Gobiernos pueden entablar la paz. Los Gobiernos pueden crear el clima idóneo para el crecimiento económico. Pero solo las personas del sector privado pueden reunir los recursos necesarios para el crecimiento y el desarrollo sostenidos. Solo el sector privado puede crear una paz duradera”.(5)

En 1985, los Estados Unidos suscribieron acuerdos de libre comercio con Israel, que incluían a la Autoridad Palestina, y posteriormente, en 2001, con Jordania. En caso de haberse ordenado por su importancia para los intereses comerciales estadounidenses, estos países no habrían ocupado lugares prioritarios en la lista. Lo que motivó esos acuerdos fue la intención de fomentar unas relaciones pacíficas entre los países de la región. 

En 1996, la Administración Clinton siguió apoyando el objetivo de promover la paz a través del comercio en Oriente Medio mediante el reconocimiento de zonas industriales calificadas en la región. Permitió que productos fabricados en Israel, Jordania, Egipto o Cisjordania y Gaza entraran en los Estados Unidos libres de derechos. Para poder beneficiarse de ello, era necesario que al menos el 35% del valor añadido de las exportaciones procediera de Israel, Jordania (es decir, de las zonas industriales calificadas) y de Cisjordania o Gaza. Las exportaciones jordanas necesitaban además que al menos un 8% de su valor añadido procediera de Israel.(6)

Esta teoría enunciada por primera vez como política estadounidense en los años treinta — que el comercio es un instrumento esencial para promover la paz — se ha aplicado en la práctica repetidamente en Oriente Medio durante los últimos decenios. La política comercial ha apoyado una paz difícil en la región. El objetivo de esa política era, más allá de evitar la guerra, promover una paz positiva, creando unas condiciones que pudieran redundar en una paz sostenida.(7)

¿Una Irlanda dividida?

Al entrar por carretera en la República de Irlanda desde Irlanda del Norte, uno puede pasar por alto fácilmente la existencia de una frontera a no ser que preste mucha atención. En gran medida, viene a ser como pasar de un estado a otro en los Estados Unidos, entre los cantones suizos o entre los departamentos franceses. Hay un cartel de bienvenida. Esa es la única demarcación visible.   

El comercio entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda es robusto. En 2018, el año más reciente del que hay datos disponibles, la República de Irlanda era el principal mercado de exportación para Irlanda del Norte. Esas exportaciones de mercancías y servicios ascendían a 4.200 millones de libras esterlinas. Las importaciones de los bienes y servicios procedentes de la República de Irlanda alcanzaban los 2.800 millones de libras esterlinas, la principal fuente de importaciones de Irlanda del Norte.(8) La mayor parte de estas transacciones transfronterizas fueron realizadas por microempresas y pequeñas empresas, que dominan la economía de Irlanda del Norte.(9)

Antes de establecerse una paz frágil pero bien acogida, la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda estaba fortificada, con torres de guardia, alambre de espino y efectivos del ejército británico. Estas instalaciones fronterizas eran a menudo blanco de los atentados del IRA. Eran símbolo de la opresión para quienes deseaban una reunificación de Irlanda y motivo de rechazo para otros que las consideraban una intrusión externa forzada. 

En 1998, la frontera desapareció en virtud, en gran medida, del Acuerdo del Viernes Santo. La paz llegó a la frontera. Posteriormente, en los últimos años, empezaron a surgir dudas debido al plan del Reino Unido de salir de la Unión Europea, de la que tanto este como la República de Irlanda eran miembros. Barry Whelan, especialista en historia de Irlanda y Europa del siglo XX y profesor de la Universidad de la Ciudad de Dublín, ha escrito este mismo mes que “Para Irlanda, tanto la del Norte como la del Sur, el Brexit plantea peligros reales y presentes con respecto a la estabilidad económica y política de la isla”(10)  Hace dos años, Yasmeen Seerhan, periodista de plantilla de The Atlantic Magazine residente en Londres, escribió:

“El Brexit ha puesto de relieve, tal vez quizá más que cualquier otra cosa, los tenues fundamentos en los que se sustenta el Acuerdo del Viernes Santo. Un elemento esencial del acuerdo era la frontera abierta entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda, situación que garantizaba la Unión Europea. Ahora esa zona en su día fuertemente militarizada es el emplazamiento no solo de conflictos pasados, sino también de incertidumbre futura, como única frontera terrestre entre el Reino Unido y la Unión Europea”.(11)

Aquí no estamos hablando únicamente de los trastornos económicos que podría causar la reaparición de una frontera dura, si eso llegara a ocurrir, sino también del elemento que constituyó el símbolo central del período de 30 años anterior a la actual paz, la época conocida como “The Troubles”. Este término se refiere al:

“conflicto sectario que se prolongó aproximadamente entre 1968 y 1998 en Irlanda del Norte y enfrentó a los unionistas mayoritariamente protestantes (lealistas), que querían que la provincia siguiera formando parte del Reino Unido, y los nacionalistas mayoritariamente católicos (republicanos), que querían que Irlanda del Norte pasara a integrarse en la República de Irlanda. Se caracterizó por la lucha callejera, atentados espectaculares, francotiradores, cortes de tráfico en las carreteras y encarcelamientos sin juicio; el enfrentamiento presentaba las características de una guerra civil. […] Antes de [encontrarse] una solución pacífica, murieron unas 3.600 personas y resultaron heridas más de 30.000”(12)

En cuanto a cuáles serán las condiciones en que circulen las mercancías a través de la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda en la etapa posterior al Brexit, la respuesta no está todavía del todo clara. El Ministro de Agricultura de Irlanda del Norte, Edwin Poots, dijo en una carta a su homólogo de Westminster que:

“no presentará solicitudes formales de nuevas infraestructuras portuarias relacionadas con el nuevo Brexit hasta que el Gobierno del Reino Unido dé mayores aclaraciones sobre cuál será su utilización. […] A partir del 1 de enero de 2021, se usarán para el control de los alimentos y los animales que lleguen de otras partes del Reino Unido. Al final del período de transición del Brexit, Irlanda del Norte permanecerá de hecho en el mercado único para las mercancías, así que serán necesarios nuevos [puestos de control fronterizos]”.(13)

Se está trabajando en los acuerdos para la etapa posterior al Brexit. Muchos consideran que una frontera dura visible no solo perturbará la circulación libre del comercio, sino que puede alterar también la paz. La posición de la República de Irlanda con respecto al Brexit viene determinada sustancialmente por las consecuencias políticas (a saber, la paz, la relación con Irlanda del Norte, el Acuerdo del Viernes Santo). Cuando la República de Irlanda se plantea los aspectos comerciales y económicos, piensa primordialmente cuáles serán las repercusiones, positivas y negativas, de los acuerdos en la paz. La amenaza de los controles fronterizos y del aumento de infraestructuras no hará más que poner de relieve la división de la isla. En todos los conflictos, el simbolismo reviste gran importancia, y los puestos fronterizos físicos con funcionarios uniformados son símbolos poderosos.

En Irlanda, las relaciones políticas entre el Norte y el Sur giran esencialmente en torno a la paz. El comercio se utiliza en apoyo de la paz y, como consecuencia, hay interés en desarrollarlo, tanto en la isla como con el exterior.

Gracias al Acuerdo del Viernes Santo, una generación ha crecido conociendo básicamente solo la paz y la prosperidad. Los treinta años anteriores demostraron lo que puede ocurrir a causa de la división. Ante el Brexit, la postura de la República de Irlanda es procurar que, mediante el comercio, no se llegue a esa situación.

El Comunicado de Shanghái y la distensión

La Guerra Fría no dividió solo a Alemania, sino también a buena parte del mundo. Cuando me incorporé al Tesoro de los Estados Unidos en 1968, se asignó a la Oficina de Control de Activos Extranjeros la tarea de impedir la entrada en los Estados Unidos de todo aquello que hubiera salido de China después de octubre de 1949, cuando los comunistas se hicieron con el Gobierno de la China continental. (Ejercí de abogado en esa oficina alrededor de un mes.) Esa prohibición absoluta de cualquier intercambio económico entre los dos países se prolongó hasta 1972, cuando Nixon, el entonces Presidente de los Estados Unidos, visitó China.

El viaje de Nixon tenía diversas finalidades. La idea era que el inicio de las relaciones con China sirviera de contrapeso con respecto a la Unión Soviética. Se esperaba asimismo recabar la ayuda de China para poner fin a la guerra de Viet Nam que por entonces libraban los Estados Unidos. El comercio, que en aquellos tiempos era muy limitado, desempeñó solo un papel de apoyo. El Comunicado de Shanghái establecía que:

“Ambas partes consideran que el comercio bilateral constituye otra rama de la que pueden obtenerse mutuos beneficios, y están de acuerdo en que las relaciones económicas basadas en la igualdad y el provecho mutuo redundan en interés de los pueblos de los dos países. Se muestran acordes en facilitar el progresivo desarrollo del comercio entre los dos países”.(14)

Según una encuesta realizada por Gallup cuando el Presidente Nixon regresó de su visita a Beijing, tres cuartas partes de los estadounidenses participantes en el estudio opinaron que el viaje fue bastante útil para promover la paz mundial.(15)

La Declaración allanó el camino para el posterior acuerdo comercial de 1979 entre los Estados Unidos y China. (16) 

Distensión

Winston Lord, miembro de alto rango del Consejo de Seguridad Nacional y posterior Embajador en China, ha señalado la relación entre la iniciativa china de Nixon y la política estadounidense con respecto a la Unión Soviética:

“Mediante el inicio de las relaciones con China, captaríamos la atención de Rusia y, jugando esa evidente baza de China, tendríamos más influencia sobre los rusos. La finalidad última era mejorar las relaciones con Moscú, y nuestra esperanza era avivar un poco su paranoia estableciendo tratos con China, sin llegar a ahondar tanto en las relaciones con China como para que Rusia se convirtiera en un enemigo hostil, pero sí lo suficiente como para atraer la atención de los rusos. Este esfuerzo obtuvo unos resultados espectaculares tras el viaje secreto de Kissinger a China”.

El Presidente Richard Nixon y su Secretario de Estado, Henry Kissinger, también tenían la intención de utilizar el comercio con Rusia como instrumento para reducir las probabilidades de conflicto directo entre los dos países. El Congreso complicó esa labor exigiendo un vínculo entre el aumento del comercio y una cuestión de derechos humanos: la libertad de emigración desde la Unión Soviética. Con todo, la disminución de las tensiones y la reanudación de las relaciones comerciales avanzaron inexorablemente, aunque despacio. Los dos países saldrían ganando si podía incrementarse el comercio y reducirse el peligro de guerra nuclear.(17) Las relaciones comerciales mejoraron, pero el Congreso bloqueó un acuerdo arancelario.(18) 

Las relaciones comerciales mejoraron, pero el Congreso bloqueó un acuerdo arancelario.(18)

Yo representé a la Administración en la redacción de la autorización legislativa — con sus restricciones — que daba luz verde a las negociaciones comerciales con la URSS (parte de la legislación que encomendaba, en términos más amplios, las negociaciones comerciales). En 1975, se firmó un acuerdo sobre el grano y, al final del decenio, se concluyó un acuerdo arancelario. En junio de 1990, los dos países concertaron el Acuerdo de Comercio entre los Estados Unidos y Rusia, que preveía aranceles recíprocos de Nación Más Favorecida. Fue aprobado por el Congreso de los Estados Unidos en noviembre de 1991.(19) 

En vista de que no hubo un conflicto armado entre los dos países, debemos considerar que la política de distensión fue un éxito. El comercio fue un instrumento capaz de respaldar el avance hacia la paz en una era nuclear. Occidente veía la apertura del comercio como una vía para salir de la Guerra Fría.

El comercio utilizado como arma

Ningún debate sobre la interrelación entre el comercio y la paz podría darse por concluido sin una referencia a la relación del comercio con la guerra. Hay innumerables ejemplos de ello. La interrupción del comercio ha sido un instrumento bélico durante milenios, como demuestran los asedios en todas partes del mundo a lo largo de la historia hasta fechas relativamente recientes. En la Primera Guerra Mundial, los ataques indiscriminados de submarinos empujaron a los Estados Unidos al borde de la guerra y, llegados a ese punto, bastó un telegrama para precipitar la intervención estadounidense en el conflicto del lado de los Aliados. Durante la Segunda Guerra Mundial, la Armada alemana utilizó ese mismo recurso para tratar de estrangular la economía y el suministro de alimentos de Gran Bretaña, al igual que los Estados Unidos en su guerra contra Japón. Ambos esfuerzos de bloqueo, si se hubiese permitido que llegaran a sus últimas consecuencias, podrían haber dado lugar a la capitulación de un país insular privado de su comercio.

Puede que, para los Estados Unidos, la guerra con el Japón fuese en último extremo inevitable. Sin embargo, la utilización de sanciones comerciales, es decir, el bloqueo por parte de los Estados Unidos del envío de cargamentos de petróleo al Japón en 1940 fue uno de los factores en que se basó la decisión japonesa de atacar Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941. El año anterior, el Japón había invadido la Indochina francesa (Viet Nam), en respuesta a lo cual los Estados Unidos impusieron un embargo a las exportaciones de petróleo al Japón. Eso no disuadió al Japón de tratar de expandir más su control para obtener el petróleo en las Indias Orientales Neerlandesas (Indonesia). A fin de disuadir a los Estados Unidos de obstaculizar los esfuerzos del Japón para alcanzar sus objetivos imperiales, el país nipón ejecutó su ataque sorpresa contra la flota estadounidense del Pacífico en Hawai.

También se utilizó el comercio, mediante el embargo estadounidense a las exportaciones de grano a la Unión Soviética, en un intento de conseguir que esta pusiera fin a la invasión del Afganistán. Fue, según la mayoría de los comentaristas, un absoluto fracaso. No modificó el comportamiento soviético y fue la causa de que las exportaciones agrícolas estadounidenses se sustituyeran por exportaciones de países de la competencia y de que, con el paso del tiempo, aumentara la producción en la URSS (sobre todo en Ucrania).

Si las sanciones económicas pueden propiciar la paz o servir simplemente como antesala o complemento de la guerra depende de las circunstancias, que en gran medida determinan si esa política puede surtir efecto. Este es un tema objeto de animado debate entre historiadores y académicos. Hay ejemplos tanto de lo uno como de lo otro.

Conclusión

Buscando el origen de la teoría de que “el comercio puede promover la paz”, algunos autores se han remontado hasta Plutarco(20) y Montesquieu.(21) Para mis intereses como profesional de la política comercial, la fuente que viene más al caso sigue siendo el más ferviente partidario de esa teoría en tiempos modernos: Cordell Hull. Sus acuerdos de reducción arancelaria no discriminatoria de los años treinta se concertaron contra todo pronóstico. Se fraguaron en plena Depresión, en unos tiempos de populismo interno y crecientes amenazas externas. Esos acuerdos bilaterales anticiparon el sistema multilateral de comercio, establecido después de concluir el baño de sangre mundial. 

En la posguerra hemos observado varios ejemplos magníficos de la aplicación de la teoría del comercio para la paz. La Comunidad Europea del Carbón y del Acero y el Mercado Común Europeo se fundaron sobre la convicción de que el comercio podía respaldar una paz perdurable. Se fomentó un comercio más abierto para iniciar el proceso de cicatrización de la división de Alemania. Unos decenios más tarde, se utilizaron acuerdos comerciales entre antagonistas con el fin de encontrar una vía para salir de la Guerra Fría. El comercio ha mejorado en cierta medida las relaciones en zonas de Oriente Medio.

La Unión Europea, a través de su expansión en el continente europeo, ha promovido la paz en Europa por medio de la integración económica regional. Los Estados Unidos apoyaron ese esfuerzo como parte de su clara política iniciada en tiempos del Presidente Harry Truman. En 2009, al conmemorar el vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín, la Comisión Europea resumió su política, de la que el comercio forma una parte no pequeña, como sigue:

“La ampliación [...] se halla en el eje del poder suave de la UE, cuyo objetivo es expandir la zona de paz, estabilidad y prosperidad por el continente. El atractivo de la UE ha sido un elemento determinante en la transformación democrática y pacífica de la Europa Central y del Este y sigue siendo la fuerza impulsora de las reformas en los Balcanes Occidentales y en Turquía. Es de un interés vital para nosotros exportar estabilidad a nuestros vecinos”.(22)

En el período comprendido entre 2004 y 2007, se incorporaron a la Unión Europea 12 nuevos miembros. El Comisario europeo a cargo de la ampliación calificó ese hecho como la feliz reunificación del Este y el Oeste de Europa.

En la OMC, no son pocos los testimonios de que el comercio para la paz no es un mero eslogan; es la esperanza de un futuro mejor. Este mensaje lo expresan con pasión y convicción los representantes de países de reciente adhesión como el Afganistán y Liberia, que no son ajenos a la ausencia de paz. Es un mensaje que atañe directamente a numerosos países afectados por conflictos que trabajan arduamente para adherirse a la OMC, entre ellos el Iraq, el Sudán, Sudán del Sur, Somalia, Etiopía y Timor-Leste. Para la OMC, el comercio para la paz no es solo un elemento de nuestra historia lejana, sino que es un tema de gran preponderancia en el presente.

La OMC también es el único foro para debatir y adoptar soluciones a las nuevas cuestiones que afectan al comercio mundial. No es una organización supranacional, sino internacional. No puede dictar soluciones internacionales, pero puede ser el medio para alcanzarlas. La OMC es una parte importante de la gestión de las relaciones internacionales. Sus Miembros trabajan en la elaboración de normas para abordar las cuestiones que han surgido con respecto al comercio digital. Su sistema de solución de diferencias sigue disponible para ayudar a resolver las cuestiones controvertidas, por ejemplo, recientemente, entre la Unión Europea y China, los Estados Unidos y China, los Estados Unidos y la Unión Europea, Rusia y Ucrania, la Arabia Saudita y Qatar, el Japón y Corea. No es una respuesta completa a todos los problemas bilaterales que se plantean, pero puede desempeñar y desempeña un papel importante.

La OMC sigue siendo un lugar de esperanza, para los menos adelantados, para los vulnerables, para los afectados por conflictos, para los industrializados, para cualquier país que busque el progreso económico para su población, y esa es una categoría que debe incluirlos a todos. Recientemente, Martin Wolf escribió en el Financial Times: "Deseo que la humanidad gestione sus relaciones y su frágil mundo con sensatez". Con buena voluntad, eso puede conseguirse, y la OMC tiene un importante papel que desempeñar para lograr que esa aspiración se haga realidad.

Notas:

  1. Entrevista a un antiguo funcionario alemán. Vuelta al texto
  2. https://www.cia.gov Vuelta al texto
  3. Nota al pie 1, Sunshine Policy, Wikipedia.  https://en.wikipedia.org Vuelta al texto
  4. De Zbigniew BrzezinskiPower and Principle: Memoirs of the National Security Advisor 1977-1981, (Nueva York: Farrar, Straus y Giroux, 1983), página 88. Vuelta al texto
  5. Citado en “A Middle East Free Trade Area: Economic Interdependence and Peace Considered”, de Bessma Momani, doctora e investigadora principal del Centro de Innovación para la Gobernanza Internacional y profesora adjunta de los Departamentos de Ciencias Políticas e Historia de la Universidad de Waterloo.
    https://web.archive.or
    Vuelta al texto
  6. Ibíd. Vuelta al texto
  7. Observaciones del autor, 16 de junio de 2020. Seminario en línea “Comercio para la paz”, organizado conjuntamente con el Institute for Economics and Peace. 
     https://www.wto.org/spanish/news_s/news20_s/ddgaw_16jun20_s.htm.
    Vuelta al texto
  8. https://www.nisra.gov.uk/statistics/eu-exit-analysis/eu-exit-trade-analysis Vuelta al texto
  9. https://www.nisra.gov.uk/ Vuelta al texto
  10. https://www.thejournal.ie/readme/brexit-history-5001062-Jul2020/. Barry Whelan es especialista en historia de Irlanda y Europa del siglo XX y profesor de la Universidad de la Ciudad de Dublín. Es autor del libro Ireland's Revolutionary Diplomat: A Biography of Leopold Kerney (University of Notre Dame Press). Vuelta al texto
  11. https://www.theatlantic.com Vuelta al texto
  12. https://www.britannica.com Vuelta al texto
  13. https://www.bbc.com/news/uk-northern-ireland-52654166 Vuelta al texto
  14. https://history.state.gov [Versión española extraída de Materiales para la historia del mundo actual, I, Fernando Martínez Rueda y Mikel Urquijo Goitia, Ediciones Akal, 2006] Vuelta al texto
  15. https://news.gallup.com. Vuelta al texto
  16. https://www.nytimes.com Vuelta al texto
  17. https://www.history.com/ Vuelta al texto
  18. https://www.nytimes.com Vuelta al texto
  19. https://tcc.export.gov. Vuelta al texto
  20. Nacido en 49 d. de C. Resulta interesante el hecho de que durante los últimos 30 años de su vida se dedicó a prever el futuro, en su calidad de sacerdote del Templo de Apolo en Delfos.  Vuelta al texto
  21. https://link.springer.com/chapter/10.1057/9781137439802_2. Kamel A.M. (2015) The Trade-Peace Theory. En: The Political Economy of EU Ties with Iraq and Iran. The Political Economy of the Middle East. Palgrave Macmillan, Nueva York. Montesquieu nació el 18 de enero de 1689 y murió el 10 de febrero de 1755. Vuelta al texto
  22. https://ec.europa.eu Vuelta al texto

 

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